El milagroso hallazgo de la Santa Cruz de Zacate en la orilla del pueblo de Tepic se dió en el año de 1619, su fama creció rápidamente por todos los rincones de la Nueva Galicia, y a ella acudieron peregrinos para dar gracias de sus prodigios.

El cronista De Arregui lo cuenta así:

«…andando un mozo arreando unas bestias se le paró la yegua en que iba corriendo y no quiso pasar, y reparando después de verla dado de las espuelas y hecho otras diligencias para que pasease, vio en el suelo una señal de una cruz en esta manera, que un pedacillo del campo como de diez o doce varas de ámbito en que la tierra, estando algo más esponjadita se levantara algo más…

Había diferencia en la yerba a las más demás de aquellos campos, porque siendo ella toda alta y espesa, esta era menuda corta y clarispesa, y crezpa, y divisa en cuatro ángulos por dos verdecitas muy limpias que hacían una cura muy proporcionada de casi tres varas de ancho y en lo que parecía la cabeza de la cruz hacía más ancha la vereda, ni más ni menos como el letrero que se pone en las cruces»

De Arregui, Domingo Lázaro. «Descripción de la Nueva Galicia». Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, España. 1946, p-94

Al considerarse una cruz prodigiosa, el caballero portugués Alonso Fernández de la Torre y Güimaraes, vecino de Tepic, mandó a construir una hermosa ermita de arquitectura barroca, y anexo al santuario se levantaron algunas celdas para los religiosos franciscanos que moraban en el convento de San Juan Bautista del pueblo de Xalisco, que acudían a recibir a los peregrinos.

Con el tiempo los tepiqueños se acostumbraron a visitar el tempo y asistir a los oficios litúrgicos, por lo que proyectaron construir una amplia calzada sombreada por frondosos y verdes zalaes o higueras.